Un misionero es un cristiano que desea salir de su lugar de residencia con el fin de ayudar al prójimo y evangelizar a la gente de otros sitios. Normalmente eran monjes encargados de adentrarse en territorios fuera del control de su religión y fundar asentamientos denominados misiones. Hoy en día se trata tanto de religiosos como de laicos, que realizan una verdadera labor de ayuda social hacia los más pobres.
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tiene uno de los programas misionales más activos y extensivos con más de 53.000 misioneros de tiempo completo en más de 348 misiones a través de sus representantes conocidos como misioneros. El libro de david Stewart, hijo, publicó en 2007 sobre las actividades misionales, se indica lo siguiente: "En 1999 realicé una encuesta en dos capitales de europa del este. Entre el 2 y el 4% de los entrevistados dijeron haber sido abordados por misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días o mormones".
jueves, 29 de abril de 2010
jueves, 22 de abril de 2010
Revista Vida Religiosa
La casa, comunidad-morada-misión resuena en nosotros desde muchas perspectivas. Todos llegamos aquí formando parte de una casa: la semana no nos ha provocado la pérdida de identidad… pero todos nos vamos con algunas convicciones:
1. Hay que abrir la casa
2. El miedo no guarda la casa, la consume
3. Nuestra casa crece en el contraste, en el diálogo, en la pluralidad
4. Aunque llevamos muchos años en ella, todavía no conocemos nuestra casa… hay sorpresas que aquí nos han motivado para buscar y descubrir
5. Somos casa de todos y para todos… Vienen tiempos, ya están aquí, en los que nuestro ser religiosos, en realidad es ser interreligiosos, interrelacionados, interconectados, interculturales.
6. La vida consagrada es una posibilidad de casa abierta y dispuesta, para nuestra cultura de opulencia y bienestar… La casa comunidad-morada-misión, ante todo, nos ha abierto los ojos… Como el joven Bartimeo (también los consagrados somos jóvenes…) le hemos gritado al Señor: “Ten compasión de mí…”. Él se acercó a nosotros y nos dijo… ¿qué quieres que haga por ti?... Hemos respondido: “que vea…” Y hemos visto que vivimos con hermanos o hermanas que tienen historia y una historia preciosa; hemos visto que nuestra pluralidad, que nos hacía sufrir, es una posibilidad…; hemos visto que tener muchos años… no invita a cruzar los brazos sino a abrirlos y dar más amor…
7. Hemos visto, en fin, que Él acompaña este tiempo de incertidumbre, para que aprendamos a salir a la novedad… a la providencia, a la fe… que es creer sin ver.
1. Hay que abrir la casa
2. El miedo no guarda la casa, la consume
3. Nuestra casa crece en el contraste, en el diálogo, en la pluralidad
4. Aunque llevamos muchos años en ella, todavía no conocemos nuestra casa… hay sorpresas que aquí nos han motivado para buscar y descubrir
5. Somos casa de todos y para todos… Vienen tiempos, ya están aquí, en los que nuestro ser religiosos, en realidad es ser interreligiosos, interrelacionados, interconectados, interculturales.
6. La vida consagrada es una posibilidad de casa abierta y dispuesta, para nuestra cultura de opulencia y bienestar… La casa comunidad-morada-misión, ante todo, nos ha abierto los ojos… Como el joven Bartimeo (también los consagrados somos jóvenes…) le hemos gritado al Señor: “Ten compasión de mí…”. Él se acercó a nosotros y nos dijo… ¿qué quieres que haga por ti?... Hemos respondido: “que vea…” Y hemos visto que vivimos con hermanos o hermanas que tienen historia y una historia preciosa; hemos visto que nuestra pluralidad, que nos hacía sufrir, es una posibilidad…; hemos visto que tener muchos años… no invita a cruzar los brazos sino a abrirlos y dar más amor…
7. Hemos visto, en fin, que Él acompaña este tiempo de incertidumbre, para que aprendamos a salir a la novedad… a la providencia, a la fe… que es creer sin ver.
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